Congele la cantidad de mantequilla que necesitará para su receta hasta que esté muy firme. Puede mantenerlo en su envoltorio original o envolverlo en papel de aluminio o plástico para congelador. Frote la mantequilla congelada contra la superficie de rejilla más grande en un rallador de caja u otro rallador de queso, atrapando los trozos en un tazón.