Las siestas del mediodía parecían compensar la pérdida de sueño por la noche y revirtieron los efectos negativos asociados a la salud, como un peor control del azúcar en sangre. También se descubrió que quienes dormían seis horas o más tenían un mejor control del azúcar, en comparación con quienes dormían menos de cinco horas por la noche.