Como regla general, es mejor congelar los quesos que están diseñados para usarse en platos cocinados en lugar de comerlos frescos. Los quesos duros y semiduros como el cheddar, el suizo, el queso de ladrillo y el queso azul se pueden congelar, pero su textura a menudo se vuelve frondosa y harinosa. También serán más difíciles de cortar.